Hay una camiseta de Toronto firmada, la medalla de Pekín, la de Londres, la más reciente de Río. Pero lo de Willy, pese a no ejercer el derecho de tanteo, sienta como una patada en el estómago a los aficionados madridistas más apasionados de la sección de baloncesto. Y de otro, nunca antes la defensa estuvo peor equipada para contener esta gigantesca oleada, como si aún no hubiera vacuna para el triple masivo.